Hay días en los que te tengo en mis pensamientos todos los segundos. Días como hoy en los que sé que no te veré y quizás tampoco te escucharé. Hay días como hoy, en que no dejo de imaginarnos: juntos, solos, separados, llorando, riendo, haciendo el amor, lejos. Imaginarte recostado a mi lado, imaginar tus manos metiéndose entre mi ropa. Imaginar tu voz, tu olor y tu mirada en mí. Hay días en los que me faltas más que el aire. Hay días y noches en las que no puedo estar lejos de ti. A veces no me alcanza con palabras cruzadas en la amanecida, ni con los sueños en los que siempre estás, no me alcanza con tu visita fugaz, ni con los te amo. Hay veces en que quiero demasiado, más de lo que tú podrías darme. De lo que cualquiera es capaz de dar.
Hay cosas que me superan desde que te conocí. La felicidad es una de esas cosas. La felicidad como un ropaje, una vestimenta que me pongo en las mañana al levantarme y pintarme el rostro para sonreír con confianza. La felicidad me la pongo los días que te veré, las veces en que puedo desprenderme de mis cadenas. El chaleco de
Hay días como hoy en los que sé que me acostaré con frío y que despertaré con alguna pesadilla. Me sacaría los calcetines para evitar encontrarme con mis fantasmas esta noche, pero prefiero no pasar frío y vivir mis realidades oníricas con confianza. Sé que voy a llorar, sé que lo veré mal, sé que no quiero sino soñar que somos felices, que todo es color magenta, pero ya no importa mucho eso.
Prisionera del tiempo que no pasa y las horas que son eternas. De la luz. Me iré a dormir. Cerrar los ojos y abrirlos, toda la noche en un segundo. Mi vida es un segundo en la noche.