Recuerdo mi primer diario de vida, me lo regalaron para el día del niño de 1999. Tenia 9 años, iba en cuarto básico. Era bastante típico entre las niñas de mi edad. Tenía hojas de colores rosados, verdes y azules; perfumadas y con un penoso candado, que cedía al más mínimo tirón. De todas formas, la llave siempre estaba bien oculta.
¿Qué tan importante podría celar una cabra chica? Nada seguramente, pero no recuerdo haber tenido mas cuidado con algún diario en mi vida, solo con el primero. Era un ritual, luego del colegio llegar a escribir todo lo importante que me pasaba. Detalladamente describía lo que vivía y sobre todo lo que sentía.
Probablemente, desde ese momento comencé a tener una idea de la vida privada. De lo que era solo mió, y que no tenía porque saber mi madre. De cierta forma, ese diario contenía mis pensamientos y sentimientos respecto a mi visión de la vida. Me otorgaba libertad e independencia.
Aún conservo ese diario, tiene pocas hojas y permanece ese dulce olor.
Tener un diario de vida, es ofrecer tu intimidad. ¡Peligroso!, pues es difícil resistirse a la tentación de acceder a la privacidad de otros.
Luego de ese vinieron muchos. De hecho tengo mi vida totalmente documentada. Cuantas veces no nos hemos reído con mis amigas, leyendo las historias de noches compartidas. Los detalles que la memoria olvida pero que la palabra preserva. Justo el detalle que hace el “clic” para el retorno de una emoción, acogida con nostalgia. Tener un diario, es la forma que encontré de retener el pasado, de conservarlo. El registro de los avances y retrocesos. De lo que cambia y permanece, en mí y en mi mundo. Una parte materializada de la vida volátil.
Así, lo que comenzó con un tierno cuadernito de hojas perfumadas, que luego pasaron a ser cuadernos comunes y corrientes, de hojas cuadriculadas y espirales rancios; no paran de acumularse en un rincón de mi habitación. En una caja que solo contiene mi temprana juventud. Miles de palabras, tantas emociones, historias y motivaciones. Toda yo, contenida allí.
Uno de mis diarios lo conservo con especial efecto, probablemente porque relata con detalle una época genial… que compartí y aún comparto con mis grandes amigas, Katy, Paula y Nicolet. Si bien han pasado ya unos años de que se acabaron sus hojas, de cierta forma todo lo que he escrito en otros cuadernos con posterioridad, es la continuación de ese diario. Con una temática común, con nombres y lugares reiterados, infinitas veces. ¿Hasta cuando?…no lo sé. De todas formas, es la medida de lo que fuimos y seremos.
Actualmente, mi diario es un cuaderno universitario, con una tapa de colores fulminantes. De hojas celestes y grises cuadriculadas. Coincide que en la mitad del año, llevo la mitad del cuaderno. Esta guardado en el segundo cajón de mi escritorio. Ya no lo oculto. Esta ahí abierto para quienes se han hecho parte de el y de mi. Probablemente porque no tengo nada que ocultar, y no contiene nada que sorprenda a quienes me conocen de verdad.
Excepto mi madre. Hay cosas que los padres nunca deben conocer de los hijos…por su bien. Y hay cosas que los hijos no debemos conocer de los padres.
Que bueno, que me gusta escribir…
“viernes 8 de junio/07.
Fría noche de junio, fría noche de llanto. Yo, estrellada y aguardando un momento… contenida y dolida. Temblores y aflicción. Aprensión, demasiado miedo.
Tanto frió y tengo rabia. Incendiándome y tanto frió…
Algo anda mal, ¿Qué intento eludir?...preciso una noche completa de compañía. De exaltación…y también…. Para sentir que puedo flotar…
Preciso libertad…
Turbación…es turbación…tanta maldita desconfianza. Escondida, contenida, disfrazada.
He vuelto a soñar con él, así como antes. Pero ahora es distinto. La sensación es diferente, más amena, sin culpa.
He vuelto a soñar con un sentimiento fantasmal.
Me estoy enfermando, me duele el cuerpo, la voz no quiere salir y mis ojos se quieren cerrar.
Estoy molestada, fatigada, harta…
El futuro a solo pasos y yo paralizada, sin claridad, sin inspiración.”
(Lo ultimo que escribí en mi diario.)
¿Qué tan importante podría celar una cabra chica? Nada seguramente, pero no recuerdo haber tenido mas cuidado con algún diario en mi vida, solo con el primero. Era un ritual, luego del colegio llegar a escribir todo lo importante que me pasaba. Detalladamente describía lo que vivía y sobre todo lo que sentía.
Probablemente, desde ese momento comencé a tener una idea de la vida privada. De lo que era solo mió, y que no tenía porque saber mi madre. De cierta forma, ese diario contenía mis pensamientos y sentimientos respecto a mi visión de la vida. Me otorgaba libertad e independencia.
Aún conservo ese diario, tiene pocas hojas y permanece ese dulce olor.
Tener un diario de vida, es ofrecer tu intimidad. ¡Peligroso!, pues es difícil resistirse a la tentación de acceder a la privacidad de otros.
Luego de ese vinieron muchos. De hecho tengo mi vida totalmente documentada. Cuantas veces no nos hemos reído con mis amigas, leyendo las historias de noches compartidas. Los detalles que la memoria olvida pero que la palabra preserva. Justo el detalle que hace el “clic” para el retorno de una emoción, acogida con nostalgia. Tener un diario, es la forma que encontré de retener el pasado, de conservarlo. El registro de los avances y retrocesos. De lo que cambia y permanece, en mí y en mi mundo. Una parte materializada de la vida volátil.
Así, lo que comenzó con un tierno cuadernito de hojas perfumadas, que luego pasaron a ser cuadernos comunes y corrientes, de hojas cuadriculadas y espirales rancios; no paran de acumularse en un rincón de mi habitación. En una caja que solo contiene mi temprana juventud. Miles de palabras, tantas emociones, historias y motivaciones. Toda yo, contenida allí.
Uno de mis diarios lo conservo con especial efecto, probablemente porque relata con detalle una época genial… que compartí y aún comparto con mis grandes amigas, Katy, Paula y Nicolet. Si bien han pasado ya unos años de que se acabaron sus hojas, de cierta forma todo lo que he escrito en otros cuadernos con posterioridad, es la continuación de ese diario. Con una temática común, con nombres y lugares reiterados, infinitas veces. ¿Hasta cuando?…no lo sé. De todas formas, es la medida de lo que fuimos y seremos.
Actualmente, mi diario es un cuaderno universitario, con una tapa de colores fulminantes. De hojas celestes y grises cuadriculadas. Coincide que en la mitad del año, llevo la mitad del cuaderno. Esta guardado en el segundo cajón de mi escritorio. Ya no lo oculto. Esta ahí abierto para quienes se han hecho parte de el y de mi. Probablemente porque no tengo nada que ocultar, y no contiene nada que sorprenda a quienes me conocen de verdad.
Excepto mi madre. Hay cosas que los padres nunca deben conocer de los hijos…por su bien. Y hay cosas que los hijos no debemos conocer de los padres.
Que bueno, que me gusta escribir…
“viernes 8 de junio/07.
Fría noche de junio, fría noche de llanto. Yo, estrellada y aguardando un momento… contenida y dolida. Temblores y aflicción. Aprensión, demasiado miedo.
Tanto frió y tengo rabia. Incendiándome y tanto frió…
Algo anda mal, ¿Qué intento eludir?...preciso una noche completa de compañía. De exaltación…y también…. Para sentir que puedo flotar…
Preciso libertad…
Turbación…es turbación…tanta maldita desconfianza. Escondida, contenida, disfrazada.
He vuelto a soñar con él, así como antes. Pero ahora es distinto. La sensación es diferente, más amena, sin culpa.
He vuelto a soñar con un sentimiento fantasmal.
Me estoy enfermando, me duele el cuerpo, la voz no quiere salir y mis ojos se quieren cerrar.
Estoy molestada, fatigada, harta…
El futuro a solo pasos y yo paralizada, sin claridad, sin inspiración.”
(Lo ultimo que escribí en mi diario.)